Jerónimo era un erudito en un momento en que esta declaración implicaba fluidez en griego. Conocía a algunos hebreos cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Jerusalén para aumentar su control sobre los comentarios hebreos.
Un rico aristócrata romano, Pablo, financió su estancia en un monasterio de Belén, y allí completó su traducción. Comenzó en el año 382 corrigiendo una versión existente de la lengua latina del Nuevo Testamento, comúnmente conocida como Vetus Latina.
Para el año 390 había solicitado una traducción de la Biblia hebrea con el original en hebreo, partes previamente traducidas de la Septuaginta, que venían de Alejandría. Creía que el judaísmo rabínico dominante rechazaba la Septuaginta como textos bíblicos hebreos inválidos, porque se encontró que era una traducción incorrecta junto con sus elementos heréticos helenísticos.
Completó este trabajo 405. Antes de la Vulgata de Jerónimo, todas las traducciones latinas del Antiguo Testamento se basaban en la Septuaginta, no en el hebreo. La decisión de Jerónimo de usar el texto en hebreo en lugar de la Septuaginta previamente traducida fue en contra del consejo de la mayoría de los otros cristianos, incluyendo a Agustín, quien creía que la Septuaginta era inspirada.
La ciencia moderna, sin embargo, a veces pone en duda la calidad real del conocimiento judío de Jerónimo. Muchos estudiosos modernos creen que la Hexapla griega es la principal fuente de la traducción del Antiguo Testamento de Jerónimo «iuxta Hebraeos» (es decir, «cerca de los hebreos», «inmediatamente después de los hebreos»). Sin embargo, estudios detallados han demostrado que Jerónimo era, en gran medida, un hebreo competente.